27 febrero, 2016

Nadie murió aquí

Palabras yunque
forjando la espada
que atravesará mi alma.
Un ruiseñor trae con su canto
la premonición de su fría hoja
hundiéndose en mi pecho.
Alguien acecha, al otro lado del espejo,
esperando a que yo me derrumbe.
No lloraré, la noche me está mirando.
Tú me invocaste y ahora
me llamas fantasma.
En mi epitafio, palabras
que parecían de amor;
mas era el dolor,
llamándome por mi nombre.
¿Quién soy? No sé, soy sin ti
y en eso sí me reconozco.
En mi sueño, un hombre recita 
repetidamente mi epitafio 
para salvar su culpa:
"Nadie murió aquí".

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