mientras los cuervos anidan en mi pelo,
se me enreda la vida en sus picos torcidos
y nadie viene a peinarme las penas
a esta habitación solitaria de mi alma.
Dime, ¿siempre es de noche o es el sol
que se hartó de brillar para nadie?
Tengo la tristeza incrustada en mis ojos,
haciendo alarde de su apuesta doble.
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